Las mujeres vascas están infrarrepresentadas en los puestos de poder en la C.A. de Euskadi en los ámbitos económicos y sociales y casi se alcanza la igualdad en la representación política.

El Índice de igualdad de género (IIG), indicador sintético que se resume en una escala adimensional en la que 1 expresa total desigualdad y 100 total igualdad, se sitúa en el 73,1 para la C. A. de Euskadi en el año 2019 (último dato disponible), dos puntos más que dos años antes. Entre las seis dimensiones que contempla el índice (Empleo, Dinero, Conocimiento, Tiempo, Poder y Salud), la dimensión de Poder es la que presenta la peor cifra (62,7), siendo la dimensión de Salud, con un 92,4, es la menos desigual. Hay que tener en cuenta que la representación política paritaria está regulada por ley, con lo que en el ámbito público (representación política) el índice llega hasta el 96,7 y deja los valores del poder económico y social en 45,1 y 56,5, respectivamente.

Lo vemos resumido en la siguiente tabla donde incluimos el dato de 2017 para dar una idea de la evolución de este indicador:

Índice de igualdad de género. Dimensión de poder. C.A. de Euskadi. 2017-2019

La diferencia entre 2017 y 2019 evidencia que la igualdad regulada (política) no solo es mayor que la económica y social (desreguladas), sino que es la que más rápido evoluciona hacia la igualdad total.

La brecha de género por componentes del IIG nos aporta estos datos, relacionados con el poder, que complementan a los ya expuestos:

Brecha de género. Subdimensiones de poder. C.A. de Euskadi. 2010-2019

En este caso la escala va de 0 a 1, siendo 0 total desigualdad y 1 total igualdad. Observamos nuevamente la gran diferencia que existe entre los ámbitos de poder público/político y el privado/económico. No obstante, en esta tabla llama la atención el dato de las federaciones deportivas, que es el más alejado de la igualdad.

Los indicadores de desarrollo sostenible (IDS) permiten que nos acerquemos más en el tiempo y profundizar en las ideas que nos transmite el IIG, incluida la marcada diferencia que existe entre el ámbito público y el privado a la hora de distribuir el poder.

En la siguiente tabla se observa que, en todos los ámbitos de representación política considerados, el porcentaje de mujeres se acerca o sobrepasa el 50%, excepto en el número de alcaldías.

El dato de los ayuntamientos es significativo, ya que si el porcentaje de concejalas está muy cerca de la igualdad (47,51%), en las alcaldías, al ser cargos unipersonales, el porcentaje de alcaldesas en los municipios de la C.A. de Euskadi queda en el 30,28%.

Un 32,26% de los cargos directivos son mujeres en 2021, la cifra baja al 28,58% para el caso de las altas directivas y llega al tercio (33,41) el porcentaje de mujeres empresarias.

Las flechas rojas indican, además, que el indicador se ha alejado de su objetivo en el último año respecto al año base (2015). En efecto, podemos ver que la proporción de mujeres en cargos directivos ha bajado más de 4 puntos porcentuales entre 2015 y 2021.

La renta no se corresponde de manera estricta con “liderazgo”, pero no cabe duda de que es un excelente indicador indirecto de poder.

Sobre la desigualdad en términos de renta personal hemos incidido en pasados informes. Este gráfico resume lo que ya hemos explicitado en ellos: la renta personal media de las mujeres vascas es muy inferior a la de los hombres y la diferencia ha evolucionado en paralelo en los últimos 15 años, lo que supone que se mantiene en términos absolutos, aunque se atenúa en términos porcentuales.

No obstante, en esta ocasión, nos interesa el poder/liderazgo, así que nos ceñiremos a constatar las diferencias por sexo en los niveles más altos de renta, para lo cual resulta útil esta pirámide por sexo y tramos de renta, en la que hemos filtrado únicamente los 5 tramos más altos (a partir de 90.000 euros):

Observamos en ella que el porcentaje de hombres en los tramos más altos de renta triplica al de mujeres. En concreto, para el tramo más alto (>102.000€) los porcentajes son 1,48 y 0,47 para hombres y mujeres, respectivamente.

Ocurre, además, que este indicador de desigualdad no ha evolucionado tan positivamente como otros. En los últimos 20 años esta ha sido la tendencia:

Constatamos ahí que en la época pre-crisis 2008 en ambos sexos aumentó el porcentaje de personas en el rango más alto de renta; más en el caso de los hombres. A partir de la crisis la evolución ha sido pareja, con ligera ventaja para los hombres.

Así, respecto a 2001, la desigualdad relativa ha disminuido. En ese año el porcentaje de hombres con renta más alta quintuplicaba al de mujeres (0,50% frente a 0,10%) pero el grueso de esa disminución relativa se produjo en el periodo pre-crisis. A partir de ese momento la diferencia permanece estable.